Día Internacional de la Traducción. Su inquietud por conocer y entender el mundo le llevó a adentrarse en el oficio de la interpretación. Cristóbal Osuna, comenzó su carrera en la ONU en el año 2000 la Secretaría de las Naciones Unidas en Nueva York. Y desde entonces no ha parado, ha trabajado en varios países de los 5 continentes y pisado el terreno en Misiones de Derechos Humanos en Brasil, Honduras, Nicaragua y Guinea Ecuatorial. En 2002 se trasladó a la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, donde ejerció como intérprete y Jefe de la Sección Española (hasta principios de 2024) en el Servicio de Interpretación.
¿Cómo empezó su carrera como intérprete? ¿Fue por vocación?
Yo no apuntaba para intérprete. Con 20 y pocos años, como supongo que le pasa a mucha gente a esa edad, quería hacer multitud de cosas y a la vez no sabía muy bien qué hacer. Mi madre era francesa y me propuso hacer interpretación simultánea, ya que me gustaba mucho la política internacional, leer los periódicos, entre otras cosas.
En aquel entonces no había muchas universidades con una carrera de Traducción e Interpretación tan estructurada como ahora y yo no podía permitirme estudiar fuera. Así que estudié en Madrid en una sucursal del ISIT, me fui a Inglaterra para mejorar mi nivel de inglés y estuve trabajando allí, poco a poco metiéndome en el oficio de intérprete. En 1994 hice el examen oposición de las Naciones Unidas y no obtuve ninguna noticia posteriormente (en aquel entonces eran telegramas).
En 1995 me marché a Bruselas con mi mujer y mis dos hijos y estuve trabajando en el ámbito privado como intérprete, también hice el examen de las instituciones europeas, había muchísimo trabajo para la cabina española y me fue estupendamente. Me enteré un año después de que había aprobado la oposición de la ONU y fue en el año 2000 cuando acepté la propuesta. Me mudé a Nueva York, estuve casi 3 años allí y más tarde me ofrecieron una plaza en Ginebra y aproveché para volver a Europa.
Fue enviado como intérprete a Misiones de Derechos Humanos. ¿Recuerda cómo fue su primera misión?
Mi primera misión fue a Brasil, fui con el relator especial sobre la independencia del poder judicial. La misión se dividió en dos equipos por la extensión del país. Fue muy complicada pero interesante; un tema bastante técnico ya que hablamos con el Colegio de Abogados, con la Fiscalía, con el Gobierno y con la sociedad civil. No fue una misión tan dura como pueden ser otras como una que hice en Guinea Ecuatorial a la que fui con el relator sobre la tortura e hicimos entrevistas a victimas de tortura.
¿Consigue el intérprete hacer su trabajo sin dejar que sus emociones influyan por las situaciones tan duras que se viven?
El intérprete tiene que ser lo más profesional posible. Es evidente que uno no puede permitirse el lujo de derrumbarse o que le afecte demasiado la situación. Aunque hay ocasiones en las que estás bastante mal, porque escuchas cosas fuertes, y también las ves. En principio tienes que filtrar, dar el mensaje y ser como una máquina en la medida de lo posible. Tienes que respetar también unas consignas o directrices muy importantes que nosotros mismos hemos creado, por ejemplo: no involucrarse mucho con las víctimas o no dar falsas esperanzas.
¿Les dan apoyo psicológico desde la ONU ante las Misiones de Derechos Humanos?
Esto es un trabajo en curso. Recuerdo que en Nueva York, en mis comienzos, mandaron a una intérprete muy profesional a una misión y se derrumbó, no estaba preparada y de hecho no le habían informado sobre la totalidad de los detalles de la misión, no sabía que iba a encontrarse con situaciones tan escalofriantes. No pudo seguir y hubo que reemplazarla.
Entonces, los intérpretes con el paso de los años nos hemos concienciado nosotros mismos, tenemos que cuidar nuestras condiciones de trabajo. Se formó un grupo de trabajo para definir esas condiciones, para saber a qué atenernos y a qué nos enfrentamos. Establecer claramente con el relator o los delegados de un comité determinado el horario de trabajo y otras cuestiones prácticas.
Existe el Servicio Médico de la ONU y si crees que no te encuentras bien y te has quedado afectado puedes ir a verles. También creo que hay un proyecto piloto, que no sé si siguió adelante, en el que si ibas a una misión de derechos humanos muy dura, te llamaban antes para darte unos consejos y después te preguntaban para ver cómo estabas psicológicamente. También existe la Staff Counselor, la Consejera de la ONU, una en Nueva York y otra en Ginebra que se encarga del bienestar psicológico del personal de la ONU. Yo nunca la he visitado pero tengo compañeros que sí y dicen que trabaja muy bien.
¿Cómo se trabaja en el Consejo de Derechos Humanos y en las Conferencias Internacionales?
El trabajo a mí me parece maravilloso, son condiciones bastante potables. La mayoría de las cabinas y salas tienen aparatos muy modernos y de última generación. Ahora con las sesiones en remoto y mensajes grabados en vídeo, el sonido se ha deteriorado bastante y eso nos ha perjudicado, pero en general el trabajo es fantástico. Somos alrededor de 100 intérpretes en 6 secciones lingüísticas. En cabina española somos 13 intérpretes. Hay una oficina de programación a la que asignan a un intérprete y es el que se encarga de repartir el trabajo y mandar a los diferentes profesionales a las reuniones. Cuanta más experiencia tengas pues mejor irá en la reunión ya que conoces bien los temas.
¿Qué le ha aportado su trabajo?
Yo estoy encantado de estar en las Naciones Unidas. Para mí ha sido como ir a la universidad. Se tratan tantos temas y tienes que prepararte y hacerlo tan bien que al final aprendes un montón de cosas. Eso es muy gratificante. Todos los estudiantes con los que he hablado me han dicho que su sueño es trabajar en la ONU, hay un entusiasmo total. También es una cuestión de vocación, de alguna forma quieres reparar las injusticias del mundo y ser parte de esa maquinaria, poner tu granito de arena. Además de una gran estabilidad, me ha permitido trabajar en varios países, de los 5 continentes, siempre en condiciones de trabajo muy buenas y viviendo experiencias muy enriquecedoras.
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